sábado, 21 de agosto de 2010

En un momento: fue exacto, preciso, justo cuando la felicidad insospechada se confundía con la más común de las tribulaciones; mi pluma, delirante e insensata, pujaba por quebrar las agujas del tiempo mientras la torpeza de la gente me llenaba los ventanales de ladrillos.
Una serpiente se arrastraba por las calles humeantes de la gran ciudad: bífida su lengua e inocente su intención, mermado vestigio de cadenas que fueron, allá en remotas comarcas, el amor y la pasión de millones.
Y en un lugar: una calleja sinuosa, trapera, que ondulaba su tortuoso azar por las longevas decadencias de un cosmos inhumano, de un universo inventado sin reparos en la verdad y lo certero.
¡ah! deliciosa polvareda! humo virtual evidenciando la vida, prueba innegable de la locomoción y del gregario placer disminuido por el espanto y la pavura ¡hermoso y pérfido! ¡sagaz y estúpido! ¡la vida rodando al fondo misterioso por las laderas del otero más endeble y amargamente utópico!
Leíase entre el polvo:


La línea del tiempo adulterada
se escurre entre los miedos
y marca la arena en cada paso
con sangre de sus muertos...

Olas tras olas caen
¡miríadas de versos lo claman!
y mientras bajan miran
¡la marca en la piedra de las garras!

¡Oh senda solitaria!
suenan las escamas contra el piso
¡y en su cruz no enraíza
la flor ambiciosa del olvido!


La hembra de los lagrimales profusos.

Yo la vi y la bauticé: “Hembra de los lagrimales profusos”
Su pisada batía la tierra, hacia negro humus de la estepa estéril y su primera piel quería marchitarse... y no se marchitaba.
Los pastos retoñados en la huella de sus plantas tornábanse en glorioso verde esmeralda, y su pupila tendía a derretirse... mas no se derretía.
la flor tomaba de su sensualidad la feromonal elegancia para emanar nuevos perfumes, rebosaba su almíbar para el deleite, siempre ingenuamente egoísta, de los enjambres estivales.
Todo a su alrededor era vida en movimiento, un constante germinar y florecer, reverdecer y renovarse... existir y eternizarse.
Pero ella, ¡oh preciosa “Hembra de los lagrimales profusos”! cerraba las puertas de su prístino alcázar, teñíase su alma con el gris del abandono y la soledad, tratando de manipular con sus ganas y su amor la lejanía del horizonte, que irreverente, susurraba en sus oídos cansados, ansiosos y bailarines, pero cansados:

Una mariposa en llamas
se posa sobre el pasto tierno,
el suave roce lo inflama
mutando al paraíso en un infierno...


y en una tarde sosegada del cándido estío le dijo:

Soy el invierno inmutable
escarchando el verano en las venas,
primavera de insecto y retoño
¡oh primaveras ajenas!


Y en la palidez del riguroso invierno:

Una hoja caducada
despeña del ramaje marchito
¡oh tristeza de junio, trágico,
nadie escuchará su grito!!

Y cuando la preciosa “Hembra de los lagrimales profusos” presintió la lluvia en el aroma a tierra mojada:

¡Suenen las flautas! ¡suenen las flautas!
¡el cielo es una acuarela!
¡llueven simientes de trigo
a copular con la tierra!
¡Suenen las arpas! ¡suenen las arpas!
¡que la nube ya esta muerta!
¡y la tierra abajo yace
cual féretro de las siembras!



...Yo la vi y la bauticé “Hembra de los lagrimales profusos”, su pisada batía la tierra haciendo negro humus de la estepa estéril, los pastos retoñaban a la estela de su marcha y la flor rebosaba su almíbar para el deleite de los enjambres estivales.


Las grietas en las paredes de la ermita.

Nada la mataba, la muerte arrebatóle hasta los recuerdos, la sorna de la vida burlábase de su desconsuelo, pero nada la frenaba...
La grieta inevitable acudió a mi coraza ante la embestida de su comprensión, su mirar intrépido aquerencióse en la intimidad de mi alma, justo entre mi amor nocivo y el veneno de la soledad, tras la piedra necesaria de mi existencia y la venganza exquisita, perfecta, vital.
El disimulo y la diplomacia socorrieron a una mentira sincera, a la espera de la pelea y la separación forzada, a una ruptura que no soportó la más mínima de las distancias, pues todo fue desde el inicio inseparable, un insondable sentir que entre nimiedades invisibles a las comunes indagaciones supo inventar un puente por donde amar el espíritu y permanecer, ante todos y todo, fundido en un mismo cuerpo y una sola sustancia.
¡Ella me vio y yo le cante! Con brusquedad, con grosera ambición, erguido en la techumbre de la ermita:


Cual esculpe el cincel del artista
sobre el mármol que enérgico aguanta
la visión de un espacio y un tiempo
rompiendo la gran trabazón de su masa,
al llegar de tu amor a mi ermita
un temblor sacudió sus murallas,
dibujando fisuras por donde
penetra tan solo tu insigne mirada


¡Cuál poesía! Entallada poesía
en la cúpula negra de mi alma,
tozudez que ha forjando los pleitos
que solo pelean aquellos que se aman,
y será la lesión que no cura,
y la falta de aquellos que extrañas,
la fatal dimisión y el desgano
¡Poesía que rima en pretérita etapa!


¡perdonad mi hosquedad de eremita!
Y mi torpe intención de vil gárgola,
si la bestia lastima, inocente,
¡ya habrá de aprender a mimar con sus garras!



La canción sublime (o "sublimándola").

No fue mi boca que azota y denuncia, ni mi pluma maldita y arisca, tampoco mi numen podrido que vive y muere en lo increado, ni aun la plenitud del amor eterno prometido, fue mi pasión enamorada que le recitó esta canción, a la que los ingenuos dieron en llamar ”la canción sublime’’



Os invoco ¡oh dioses nocturnos!
de la sombra perpetua y sagrada,
al altar donde yace durmiendo
Dionisios vestido con ropa de gala,
do el sereno remoja el cabello
de Ananké en un espejo atrapada,
con su porte de diosa dolida,
¡mordiéndose el diente, envidiosa y amarga!


¡Os impelo en la noche epicúrea
celebréis la belleza y la gracia,
la creación y la sobria nobleza
que brilla y alumbra del sol de su alma!
¡celebrad, os impelo deidades,
que el invierno no extingue su llama!
si el dolor ha amasado su vida
¡que arda ese fénix y seque sus lágrimas!


¡Escuchad! Que no ruegan mis bríos,
ni suplican con falsas plegarias,
escuchad su pasión inventando
un nuevo poema con trozos de su alma,
entregaos al fino entramado
de su fértil y excelsa palabra
¡y dejad que repose mi ósculo
Allí en el albor que fecundan sus lagrimas!


Yo haré de mi casa un castillo
donde viva a mi lado abrazada,
do gestar con su esencia y la mía
un nuevo poema ¡retoño con alas!
Y si este homenaje en la bruma
su existencia realzar no lograra
¡descended y postraos humildes
al pie del altar do su gloria os reclama!






CEMENTO.-














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Código: 1006166604907
Fecha 16-jun-2010 4:49 UTC