miércoles, 10 de agosto de 2011

DE LA ESPERANZA Y LA FALACIA DE ENOC.-

A la hora de la montaña,
justo al pie del albor matutino,
en uno de esos instantes ebrios de misterio,
aspirantes de eternidad
y amoldados al apocamiento de los minuteros,
al sagrado yugo de lo infalible,
alli, es ese franco paso por donde entra
plena de ataduras cerebrales la esperanza
para objetar todo poderío, para derribar todo presente,
para denunciar lo bello y oculto,
lo que escapa a la brida despótica;
alli decía Enoc:

¡Venid al esplendor de esta metamorfosis
y despojaos de las groseras ambiciones
que obstruyen la ideal, suprema verdad,
que os impelen a la diatriba y la calumnia
y que llenan de cienos el imperecedero apetito!
¡Postraos ante la plegaria imperiosa
que habrá de llevar vuestra fe a los cielos,
y que sea, proclamo en este tiempo perdido,
la rodilla lacerada el amor por lo intangible!

Y asi las fauces más sinceras se acallaron,
y los hijos fueron despreciables retoños,
y las hembras putas inútiles,
y las putas inútiles las madres lejanas,
y los padres enemigos de sus crías.
Todo cubil se lleno de espermas divinos
y estos engendraron gorgojos
para consumir todo pan y todo vino;
y la paz arrollo todo fervor animal,
para hacer de todo instante futuro,
de todo espacio disponible
un enorme y perezoso bostezo
y un gran jardín de la infelicidad,
para atrofiar la locomoción de la vida
en la vil quietud de la certidumbre.

Pues la clave en la palabra de Enoc
era la sumisión de los pueblos,
la amenaza de espuma y de humo
y la ruptura de la espalda ahí,
justo ahí donde las alas brotaban de los monos.



CEMENTO.-






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Código: 1108109838001
Fecha 10-ago-2011 15:25 UTC

lunes, 8 de agosto de 2011

HIDRATO DE CLORAL.

















Ganan espacio en los ataúdes, estrechos y austeros,
contrayendo sus miserias, los cadáveres.
En el gran carnaval de sus noches sitiadas
se yerguen, juiciosos, para arrastrar su fulgor sonámbulo
al ayuntamiento del patriarca, que mora en un nicho floreado,
Saturándolo de emulsiones y extrañas viscosidades.
Este recita, por las noches de sol radiante, algunos versos.
Dijo en la última alborada de Hécate:

''Tímidos son los cuernos que ante la carne
Se reprimen por pulcritud y por recelo,
Y crueles, nocivos son aquellos zarpazos
Que yerran por el vil temblor del pánico.
¿En que, los colmillos de la sierpe,
ha de depositar su amor sin reprimendas?
Ante el azotar que abre la carne y la desangra
Solo la risotada imbécil, que disloca las quijadas,
Puede representar el papel de amante de la humanidad.''


Todo esto fue dicho en la última alborada
de la oscuridad de Hécate y su descenso,
en el festín inmisericorde y gozoso
de los cadáveres de guerras perdidas.
Una pintura, detrás de la escena terrible,
figuraba cuencas oculares llenas de pimientas y sales,
y como ruin guisandera se enaltecía
a una virgen con alambres de púas entre las piernas.

Todo esto fue vivido por los muertos
En la primera noche solitaria de Ananké,
Y los buitres se tornaron multicolores,
Y ya no hubo más dolor que la piedad y el amor.

CEMENTO.-





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Fecha 10-ago-2011 15:25 UTC